Por Roberto Pantoja Arzola
El pasado sábado 30 de julio, nuestro instituto político, el Movimiento de Regeneración Nacional, realizó elecciones internas en donde se definió la conformación de sus órganos deliberativos.
La oposición, carente de agenda propia, ha colocado en el centro de la discusión de los últimos días a los resultados y la evaluación de este proceso, magnificando los errores de su conducción y yendo escrupulosamente a revisar cada yerro, cómo si su moral les diese herramientas para este ejercicio de validación.
Está claro que MORENA se jugó una buena parte de su prestigio en un proceso electoral interno en el que corrió los riesgos derivados de la apertura de su padrón y de la convocatoria a la participación a todo aquel que así lo deseara sin mayor filtro.
El resultado de esta apuesta tiene claro oscuros hacia el exterior, al haberse mostrado como un partido abierto a la ciudadanía. Sin embargo, esto ha implicado también, la posibilidad de que lleguen prácticas perversas de quienes recién militan en este partido y quieren a toda costa espacios de poder, pasando muchas veces por encima de los principios que dieron origen a este movimiento.
Internamente, este ejercicio sirvió también para reevaluar la capacidad, honestidad y congruencia de las figuras morenistas, así como para volver a debatir sobre las razones de la lucha por el poder. En este sentido, hubo quienes desvanecieron la frontera ética entre el servicio público y la lucha electoral, olvidando que antes que el cargo, está el encargo.
Un riesgo adicional, se encuentra en la posible judicialización del proceso electoral, con lo que nuevamente la definición de la dirección partidaria se colocaría en manos de órganos externos como el INE o el Tribunal Electoral, mismos con los que MORENA ha tenido una relación tumultuosa.
MORENA ha sido el vehículo de transformación de la realidad del país y el instrumento con el que millones de mexicanas y mexicanos están cristalizado sus anhelos de justicia y dignidad. Cuidarle y defenderle implica el sano ejercicio de la autocrítica y la colocación de diques que impidan el paso a arribismos ramplones y también al sectarismo exacerbado.
Mantener la condición de fuerza mayoritaria traerá la necesidad de involucrar en ciertas definiciones a actores de diverso signo político; sin embargo, la memoria y la dignidad deben seguir siendo la brújula que oriente el rumbo del movimiento de cara a las contiendas que están por venir. Luchar por el poder sin extraviar los principios es el gran reto de MORENA.